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Prensa I 1991

1)  1 de enero  I  El Comercio  I  Año 151  I  Nº 80059  I  Sección C  I  Cultural  I  Balance anual. Actividad incesante en artes plásticas.  I  Élida Román  I  Página C – 8

Si algo resulta reconfortante de un recuento de la actividad del año que termina, es la constatación de una actividad ininterrumpida, incesante, plena de propuestas serias, de interés innegable y de diversidad evidente. Promotores, instituciones y galerías han realizado un gran esfuerzo y pese a la crisis generalizada se han resistido a la apatía y el desconcierto, prefiriendo seguir adelante con energía y optimismo.

 

Sin duda, 1990 ha sido un año especialmente rico en propuestas de toda índole, con afán de profesionalización, evidente en muchos casos, que hace alentar esperanzas, pese a la malsana proliferación de tiendas y ferias que usufructúan el nombre de ‘galerías de arte’ y solo contribuyen a la comercialización del deshecho plástico o el contrabando de una artesanía vaga y sin concepto que la sustente y que, en algunos casos, sólo sirven como vía para un pseudo-encubrimiento de sus promotores o directores.

 

MUESTRAS DE INNEGABLE INTERÉS

 

Algunas muestras antológicas o retrospectivas han permitido re-ver y re-evaluar la obra de algunos artistas de innegable interés: Mariano Fuentes Lira (Banco Continental), Enrique Camino Brent y Tilsa (Gal. Camino Brent), César Moro (Alianza Francesa), Ella Krebs y Miguel Nieri (Centro Cultural de Miraflores), muestras todas que revelaron una inquietud y un trabajo de investigación y recopilación altamente valioso.

 

Las exposiciones personales de alta calidad fueron no sólo numerosas, sino que hace sumamente difícil descartarlas a todas. Pese al riesgo de una omisión involuntaria, quisiera destacar algunas que creo notables: Anselmo Carrera (Forum), Gerardo Chávez (Alianza Francesa), Carlos González (Praxis), Ricardo Wiesse (CCM y Thaddaeus) y Moico Yaker (Forum) en pintura y Juan Pacheco y Sonia Prager, ambos en el Centro Cultural de Miraflores, en escultura.

 

También quisiera destacar las presentaciones de Alejandro Alayza, Nieves Dianderas, Chalo Guevara, David Herskovitz, Luz Negib, Alejandro Maranbio, Ramiro Pareja, Hernán Pazos, Carlos E. Polanco, Susana Roselló, Benito Rosas, Juan Javier Salazar, José Tola, Leoncio Villanueva y Adolfo Winternitz.

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2)  6 de enero  I  Punto Aparte  I  La plástica en el 90, una revisión. Balance sí, balance no.  I  Gustavo Buntinx  I  Página 20

 

El museo imaginario de 1990

 

Galería Camino Brent: Enrique Barreda, Camino Brent, Jorge Piqueras, Tilsa.

Galería 2V’S: “Juego para adultos”

Galería Rórum: Anselmo Carrera, Denisse Mulanovich, José Tola, Moico Yaker.

La Galería: Antonio Parela, Hernán Pazos, Carlos Runcie.

Galería L’Imaginaire: Pochi Marambio, César Moro (a pesar del montaje infame), Piero Quijano, Kitty Rodrigo, Patricia Vega.

Galería Praxis: Jorge Castilla Bambarén, Carlos Gonzales, Jaime Higa, Jaime Romero.

Galería Sol: Guillermo La.

Galería Trapecio: David Herskovitz, Enrique Polanco.

 

Centro Cultural de la Municipalidad de Miraflores: J. Enrique Bedoya, Fernando Castro, Ella Krebs, “Escuchar, leer y mirar” (arte experimental alemán), Miguel Nieri, Juan Pacheco, Carlos Runcie, Juan Javier Salazar, Sabino Springuett, Leoncio Villanueva, Ricardo Wiesse, Luis García Zapatero.

Banco Continental: Mariano Fuentes Lira.

ICPNA: Homenaje al indio norteamericano.

Museo de Arte: Bienal de Arte y Empresa (a pesar de sus múltiples despropósitos), retrospectiva de filmes de Andy Warhol.

Museo de Arte Italiano: (Sin exclusiones en lo que se refiere al segundo semestre. Por razones obvias).

“Restauración / no restauración” (trabajo colectivo bajo una curaduría general). “Texto / textura” (exposición de trabajos de Jaime Higa, bajo curaduría), “Lecturas” (Arias y Aragón), “Arte en / con / sobre papel moneda” (concurso bufo), performances varias.

Museo de Arte y de Historia: (Casona de San Marcos): Colectiva de jóvenes artistas, afiche para el seminario de museología (Colectivo NN de artistas gráficos).

Varios: Diseño gráfico de El Sol a Rayas (poemario de César Angeles) y ambientación para la presentación del mismo libro en el local de Breuqeros (ex – NN y compañía), “Lima sobre Lima” (trabajo colectivo dirigido por Miguel Lescano) en el TUC. Instalaciones y performances varias en Magia y el jirón Quilca.

(No se incluyen referencias a la programación de las galerías Thaddeus y Trilce por no haber tenido acceso a sus exposiciones. Por otro lado, las publicaciones del año ameritan un comentario aparte).

 

El balance plástico de fin de año suele ser un ritual periodístico apresurado, en el que la crítica corre el riesgo de ponerse al servicio de intereses personales o de mercado, cuando no de esas relaciones públicas tan indispensables para la coexistencia pacífica en el melindroso medio artístico limeño. Casi por su propia naturaleza, estos recuentos tienden a derivar en rankings más o menos arbitrarios, donde comprobar lo que se silencia y margina puede ser mucho más interesante que asumir lo que se selecciona y privilegia.

 

Para quienes se sientan estimulados por este tipo de ejercicio, ofrezco en recuadro aparte mi propia y subjetiva lista de lo visible en el año que termina. Pero para fines verdaderamente reflexivos, y el problema está en romper con un (…) lo que impone a los comentarios a toda suerte de concesiones.

 

Se trata de pensar no tanto en términos de individualidad como de sistemas. Vincular el nombre de las galerías al de los espacios sociales que ellas ocupan. Y comprender el hecho artístico no como un conjunto de obras sino como un núcleo de relaciones donde lo económico, lo cultural y lo político se articulan en torno al objeto plástico propiamente dicho. Por cierto no hay ahora (¿cuándo lo hay?) tiempo ni espacio para entender un programa tan ambiciosos pero tal vez para ingerir algunas ideas en esa dirección.

 

Por ejemplo la comprobación de cómo en la última década el mercado plástico ha triplicado sus precios topes, casi al mismo ritmo que en el Perú crece la violencia sublevante del hambre generalizada y la miseria absoluta. Datos que nos ayudan a entender desde una perspectiva inusual y reveladora, la concentración creciente de poder y riqueza en nuestro maltratado país.

 

La otra cara de esta medalla es la impresionante proliferación de galerías nuevas, casi todas ellas abocadas a promover obras derivadas y menores, por no decir prescindibles. El éxito aparente de tales empresas puede ser sintomático del relativo ascenso social de sectores ansiosos de marcar su presencia cultural, pero carente de toda experiencia y sofisticación artísticas.

 

Esto ayudaría a entender la interesante secuencia de escándalos que han jalonado el anecdotario plástico en el año que termina; desde manejos dudosos en la comercialización de cuadros (el sonado affaire Herskovitz / Castro) hasta llanas falsificaciones, impúdicamente procesadas por galerías de tercer o cuarto nivel (los casos Shinki y Humareda).

 

Pero tales situaciones no deberías sorprender en un medio donde la batalla crucial pro la profesionalización científica dista aún mucho de ser ganada.

 

Todo un lamentable síntoma de nuestros irresponsables tiempos es que algunos paguen precios nunca vistos por incrementar sus colecciones en el preciso momento que las universidades son abandonadas a su suerte y los principales museos se caen literalmente a pedazos. Otra de las penosas consecuencias de la mistificación de lo privado frente a la entidad pública malentendida como ogro burocrático.

 

En la misma línea pudiera interpretarse la reveladora ubicación de una nueva galería con obvias y justificadas pretensiones. Se trata de Thaddaeus, que abrió sus puertas en La Molina, uno de los barrios más exclusivos e inaccesibles de nuestra segregada ciudad.

 

La distancia física y social y así planteada hace difícilmente comentable su programación (a todas luces interesantes, no es eso lo que aquí se discute), por lo menos para quienes en el Perú viven del trabajo intelectual y por circuitos enteramente distintos a los de los suburbios tipo Miami.

 

No olvidemos que en la ciudad sudafricana que habitamos el criterio de localización urbana se resuelve cada vez más determinante para el consumo cultural. Es significativo comprobar cuántos se niegan a cruzar la barrera sicológica de la Avenida Javier Prado, automarginándose así de los nuevos territorios ganados para la experimentación artística alrededor de Magdalena y sobre todo en el centro de Lima. Espacios de gran densidad histórica y social, donde la fricción entre lo clasemediero y lo popular está señalando ya muchas (no todas) de las pautas que probablemente dominarán la discusión cultural de los próximos años.

 

Allí están -con sus desniveles y diferencias- las instalaciones “coreografías” de Magia, la presentación de El Sol a rayas en Brequeros, los eventos múltiples del Comité Quilca, el “Acontecimiento” Lima sobre Lima dirigido por Miguel Lescano en el TUC… También, por cierto, las propuestas de investigación visual y la media docena de performances que en los tres últimos meses acogió el museo de Arte Italiano, luchando contra la incertidumbre de los plazos burocráticos. Como director circunstancial de esa institución no me compete evaluar su labor, pero sí explicitar su relación con eso que algunos podrías llamar la “escena alternativo” (no me gusta la expresión) de la plástica limeña en 1990.

 

Resulta particularmente instructivo que aún en géneros más tradicionales sobresalga la oferta cultural surgida en el casco antiguo de la ciudad. La muestra colectiva del año, por ejemplo, es sin duda la de artistas jóvenes que Alfonso Castrillón organizó en el Museo de Arte y de Historia de San Marcos, en pleno Parque Universitario. Entre otros hechos notables, allí el colectivo NN incursionó por primera vez en su ambiente estrictamente plástico (fuera de la Bienal de La Habana, claro). Lo que entonces expusieron y el excepcional afiche que realizaron para un seminario de museología (también en la Casona) termina de ubicar a este taller de gráficos como un claro hito -después de Huayco- en la historia de la plástica radial peruana.

 

Por supuesto la preocupación política ha marcado también algunas de las exposiciones más inquietantes del medio galerístico tradicional. Recuérdense sólo los excepcionales trabajos de Anselmo Carrera y Moiko Yaker en Forum. Enrique Polanco en Trapecio y Juan Javier Salazar en la Municipalidad de Miraflores. Con sus distintos registros y opciones, estos jóvenes le dan nueva validez y sentido al problema del compromiso en el arte.

 

Pero sin duda el artista politizado del año (no confundir con artista político) ha sido Fernando de Szyszlo. Tras confeccionar el logotipo de Libertad, este pintor hizo con él una aleccionadora serigrafía, donde el lenguaje populista y telúrico de los sesenta queda puesta al servicio de los mensajes (y las candidaturas) neoliberales y cosmopolitas de la presente década.

 

Un gesto fascinante por lo que nos revela sobre la permeabilidad de las formas pictóricas a usos diversos en incluso opuestos. Pero también porque definitivamente desautoriza y hasta deja en ridículo ese discurso conservador que considera mosntruosa cualquier relación entre arte y política. En el Perú de hoy, como en casi todo lugar y momento, se trata de categorías virtualmente interpretadas. Al fin y al cabo, el grabado en cuestión se vendió tanto en galerías como en locales partidarios.

 

Entre la Molina y el centro de Lima se extiende el muy ancho y desnivelado campo de lo establecido. Tal vez no deba sorprender que mucho de los destacable en ese terreno se haya dado en ambientes no del todo dependientes de las inquietudes del mercado. La peculiar situación de la galería Camino Brent le permite organizar ocasionalmente muestras no-venales de muy preciso interés, como las que este año estuvieron dedicadas a Tilsa y el propio Camino Brent. No se trata de retrospectivas, por supuesto, pero tampoco aspiraban a ellos, y esto nos permite valorarlas en sus justos términos.

 

Precausión lamentablemente no asumida por otras muestras de carácter histórico como las de César Moro (castigada por un montaje increíble), Ella Krebs, Mariano Fuentes Lira, Miguel Nieri y Sabino Springuett (ganador del Premio Tecnoquímica). Todas ellas de claro interés, pero muy distantes del rigor histórico que hace posible hablar de una retrospectiva. Basta notar la casi absoluta carencia de catálogos dignos de tal nombre.

 

Tal vez esta sea una de las nuevas tareas que debería asumir el notable Centro Cultural de la Municipalidad de Miraflores, que a pesar de la crisis y de las presiones del medio pugna por mantener el nivel al que nos tiene acostumbrados. Por eso lamento no tener que terminar este recuento fragmentario con una grave observación a los resultados de los dos concursos Checa expuestos en esa sala a principios y fines de 1990.

 

En el primero se premió una abstracción sesentosa, totalmente anacrónica y desabrida. En el segundo se quizo ofrecer una imagen más actual privilegiando cierta amanerada figuración setentista. En ambos casos se ignoró y despreció casi todo aquello que hablaba desde la juventud y por la renovación. La reiterada marginación de Patricia Vega, por mencionar sólo la más flagrante de las exclusiones, adquiere ya todos los visos de un escándalo. También en el terreno de lo artístico, asistimos a un capítulo más en la eterna lucha de lo viejo contra lo nuevo. ¿La rebelión se justifica?

 

+Dedico esta nota a la memoria de Roberto Miró Quesada. Al margen de las habituales discrepancias, su muerte este año ha empobrecido el discurso crítico peruano.

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3)  10 de marzo  I  El Comercio  I  Año 151  I  Nº 80127  I  Sección C  I  Cultural  I  ‘El cuerpo humano’. Artistas latinoamericanos con los niños del Perú.  I  Página C – 12

A partir del próximo miércoles 12, el Centro Cultural de la Municipalidad de Miraflores exhibirá la colectiva ‘ El Cuerpo Humano’, que incluye obras de 36 artistas de diez países de América Latina. Muchos de ellos han donado sus cuadros para que puedan ser vendidos a beneficio de los niños pobres del Perú.

 

La actitud de los artistas latinoamericanos constituye un verdadero ejemplo de solidaridad con el Perú. Gracias a la orientación social que se ha dado, se ha podido reunir en una sola muestra grandes nombres latinoamericanos que difícilmente hubieran podido aglutinarse en una sola actividad.

 

La esposición (SIC) está orientada a recaudar fondos para las labores realizadas por el Padre Serpa de la Parroquia Monserrat, y su realización ha sido posible gracias a la iniciativa de Ana de Andrade, esposa del alcalde de Miraflores, y a la dedicada participación de nuestra cancillería, así como de las embajadas de Argentina, Chile, Colombia, República Dominicana, Ecuador, México, Paraguay, Uruguay y Venezuela, que han hecho posible que esta muestra se haga realidad.

 

Para hacer la selección de cada participante, el Centro Cultural solicitó a un intelectual de cada país se encargara de la selección de los artistas que la representarían, porque se ha querido ejercer el mayor rigor artístico posible, para poder cumplir con los fines benéficos sin desmedro del aspecto artístico.

 

Notables artistas latinoamericanos han enviado sus obras, como es el caso de Antonio Segui de Argentina, José Luis Cuevas de México, Enrique Tábara de Ecuador, Roser Bru de Chile, Carlos Colombino de Paraguay, Ramón Oviedo de la República Dominicana, Ignacio Iturria de Uruguay y Osvaldo Vigas de Venezuela.

 

Nueve artistas nacionales han hecho especialmente su obra para la exposición. Ellos son:

 

- Alejandro Alayza.

- Anselmo Carrera.

- Elda Di Malio.

- David Herskovitz.

- Carlos Enrique Polanco.

- Venancio Shinki.

- Maroé Susti.

- Leoncio Villanueva.

- Bruno Zeppilli.

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4)  5 de agosto  I  Caretas  I  Año XL  I  Nº 1171  I  Sobre Arte  I  Bailando el Sirtaki  I  Luis E. Lama  I  Páginas 78 – 79

Gustavo Buntinx ha elaborado en LA GALERIA la más genial obra de arte conceptual. Para muchos, el arte conceptual, ¿cómo decirlo en términos tan snob como el catálogo? Está bastante “passé” desde la época en que los años setenta derivaran a caminos más acordes con los nuevos intereses de la izquierda chic. Buntinx ahora se asocia justamente a ese tipo de galería comercial de las que tanto denosta, para presentar una muestra denominada “Arte de los NOVENTAS”. Título de tan gran ingenio que bien hace en citar a Duchamp -y al catalogo de su retrospectiva que Buntinx confiesa perdido- para que personas tan despistadas como nosotros podamos tener algún indicio de lo que se trata.

 

Que nuestro crítico más radical en su posición ideológica realice una muestra que convierte en supermercado -o en bodegón (sic)- a una galería, no es más que una actitud similar a la que casi 30 años atrás asumiera Romero Brest al intentar convertir al Instituto Di Tella en una suerte de sucursal bancaria en su intención de que el arte imitara-a-la-vida-imitara-al-arte. Sólo que el sarcasmo de Búntinx luce más a tono con la década anterior, cuando intentábamos culpar al mercado de la falta de audacia y creatividad de nuestros artistas. Y la verdad es que el tiempo ha demostrado que las galerías han sido más astutas que todos los que alguna vez intentamos combatirlas, porque las serias al menos, siempre procuraron alternar muestras de prestigio -y de previsible fracaso de ventas- con otras que les permitieran holgada supervivencia.

 

Con su juego de palabras, ciertamente inspirado en Duchamp, Buntinx ha utilizado a 11 artistas, a 1 crítico sumiso, que previsiblemente le pondrá letra al Sirtaki tratando de dar sustento a lo inasible, y a 1 fabricante de marcos Kitsch, para perpetrar el más divertido estropicio que se haya producido contra el mercado de arte en el Perú. Y la verdad es que las señoras galeristas se lo tienen bien merecido por jugar a las postmodernas mientras piensan en Art-Deco. Con esta muestra el principal beneficiario es Buntinx, quien logra ampliamente su objetivo y se convierte en el verdadero protagonista de un acto que merece destacarse como demostración de la abundancia de tontos manipulables por las lucubraciones de un crítico.

 

Tontos como Anselmo Carrera que pide en Galería Fórum hasta $ 5,000 dólares por un cuadro mientras que ahora -como Miami (sic)- por una tela de 1.00 x 0.80 cms. cobra US $ 800 dólares; tontos como García Zapatero que pide US $ 400 dólares cuando él mismo se había encargado de sobre-cotizarse desde su primera individual; tontos como Marambia (US $ 350); Romero (US $ 600) o Higa (US $ 500) que en Praxis pedía considerablemente más de lo que hace ahora. Y ciertamente -aunque sea poco elegante- incluimos a las señoras de La Galería que no han tenido la inteligencia para comprender que a la vez que se estaban haciendo un harakiri cuestionaban la corrección de las otras galerías que antes habían duplicado el precio de obras similares a las que ellas venden a precio de Miami. Y uno no puede menos que preguntarse qué pensarán también todos los tontos que pagaron en Praxis, en Fórum y, por cierto, en La Galería, el doble de lo que debieron pagar.

 

La verdad es que la idea ha resultado redonda, y lógicamente, no se ha podido tener mejor arma para desinflar el mercado que una muestra como ésta, que debe recibir la mayor publicidad posible. Al final también saldrá beneficiado el público que tiene el poder adquisitivo para poder comprar arte y que en el futuro no deberá pagar un centavo más de los precios que se han fijado los mismos artistas para esta exposición.

 

Lástima que los exhibido no amerite verse, ni siquiera por la decisión, absolutamente ridícula, de (SIC) vender una suerte de boletos “ganacash” con los que rifan 55 dibujos de los expositores entre 250 números, de S/. 3.00 la unidad. Resulta simplemente que en una puesta en escena como ésta, todo es accesorio ante las ideas que se manifiestan en el catálogo de Buntinx, a quien habrá que disculparle sus contradicciones cuando termina por pedir que ojalá llueva café. Y sus contradicciones son ostensibles: Por ejemplo, su actitud es simplemente una adaptación al negocio del arte del liberalismo económico fujimorista. Por su parte, Anselmo Carrera está lejos de ser un artista de los No-Ventas para semejarse más bien a un best-seller chicha. Y ¡por favor! la folosofía de Juan Luis (Guerra) es distinta a la de Juan Javier (Salazar). El primero quería una colina de arroz graneado, el segundo, más a lo Beuys, aspiraba a que el sistema terminase con la grasa… mañana. A cada Juan lo suyo.

 

En nuestro país del siempre ojalá, Buntinx arma un revuelo tan minúsculo como las medidas del mercado. A su modo él ha recurrido a Duchamp. Sólo confiamos que recupere la copia del catálogo perdido para que llegue a la plenitud de un verdadero iconoclasta. Ojalá.

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5) 12 de agosto  I  La República  I  Opinión  I  Ver para crear  I  ¿Genios y/o ganapanes del arte?  I  Francisco Tola  I  Página 18

 

J.C. Mariátegui anticipó la situación que Buntinx y Villacorta tratan de reactualizar en la exposición Arte de los No ventas (La Galería, San Isidro, agosto, 1991). En 1925 Mariátegui escribía que “La conquista del bienestar y de la fama resulta muy dura en estos tiempos. La burguesía quiere del artista un arte que corteje y adule su gusto mediocre. Un arte consagrado por sus peritos y tasadores, en el mercado burgués, un valor intrínseco -sino un valor fiduciario”. El problema de los once artistas que exponen consiste en que no venden sus cuadros y esculturas, o al menos no tantos como para acceder al éxito económico y social. Lo que ellos denuncian es que el sistema castiga la audacia y premia lo establecido. Ellos se colocan entre los audaces. Plantean “la osadía” de bajar los precios de sus obras (¿quién los subió?). y ahora depende de la clase económicamente solvente aprovechar la oportunidad de la rebaja y adquirirlas. No es que reconozcan y estén conformes con una mercantilización estética constituida como única o más importante forma social del arte. La intención es llamar la atención sobre este aspecto externo del trabajo que realizan. En otros términos afirman que, como artistas, padecen violencia económica en el intercambio (trueque) de sus obras -mercancías por dólares. El sistema los penalizaría, no vende lo que hacen, mientras otros artistas que no serían tan audaces (innovar gusto estético) si tienen éxito económico.

 

Pero la cuestión no es tan simple. Si reconocemos que una galería de arte no oculta su propósito comercial, el vender lo que expone, esto ya implica que cualquiera que vaya deduzca, sin mayo adoctrinamiento, que cuadros y esculturas expuestas, tienen precio. Es lógico, eso sí, que el precio establece criterio de selección, el de pobre y ricos en orden a comprar una obra de arte. Mariátegui comparaba el éxito de un pintor con un buen negocio que requiere publicidad, empresarios y administración competentes. Si las galerías no saben vender y si los tasadores fijan precios inadecuados para las circunstancias y el talento, el perjudicado es el artista. Pero aquí la cosa tampoco es tan simple. En el mercado del arte los criterios no son iguales que los que rigen en el de artículos de consumo masivo. Se paga la autenticidad, la originalidad, la unicidad de laobra, pero estos tres criterios están en crisis en el arte.

 

Los procedimientos de imitación por más engañosos o encubiertos que puedan estar (teoría de la asimilación creativa), no equivalen a lo que Tapies denominaba “dejar lo mejor de sí mismo en la búsqueda de un nuevo medio de expresión”. Lo que en No-ventas exponen puede ser conceptualmente gracioso, lúdico, pero qué es artísticamente: ¿Un estilo personal? ¿La ironía de un arte para una sociedad de consumo? ¿Uno híbrido conceptual apelando a la dialéctica obra de arte mercancía? ¿Un documento del fracaso económico en una sociedad donde la pobreza impide a los sectores mayoritario (no necesariamente con mejor gusto artístico) comprar un cuadro como propiedad privada?

 

Resentidos con el sistema que los coloca como artistas que no venden, ¿deberían aprender a cortejar y adular mejor a sus potenciales clientes? ¿lo conseguirán en esta exposición? Arte de losNo-ventas, se califica como vagamente duchampiana. Lo es por contradicción. Duchamp no vivía del arte y “se sumergió en los riesgos calculados de la ruleta”. Mientras Aldana, Canziani, Carrera, García Zapatero, Higa, Isa, Marambio, Morales, Portocarrero, Quijano y Romero, “apostaron mucho al mercado” y ahora, ante tanta pérdida reducen el precio de sus apuestas. Duchamp afirmaba que el arte no le interesaba, que los artistas eran lo interesante. Pero si los artistas no se pueden vender o comprar, queda entonces lo menos interesante: la obra de arte como mercancía condicionada conceptualmente por el azar económico del irracional mercado del arte.

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Investigación: Jerson Ramirez

Asesoría: Jorge Villacorta

Registro fotográfico: 

Juan Pablo Murrugarra (*)

Isidro Lámbarri y Christian Sánchez (**)

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